EDITORIAL DE IMPACTO MAEÑO
DE LA PLUMA DEL ARQUITECTO Y AGRIMENSOR, FEDERICO FRANCO
13-11-2025
El ser humano comenzó su historia cuando decidió ponerse de pie. Tal vez fue por orgullo, o por curiosidad, o porque quiso mirar al cielo para reclamarle a alguien su suerte. Desde entonces, caminamos erguidos, dominamos el fuego, perfeccionamos las armas, y luego inventamos la escritura, ese elegante modo de dejar constancia de nuestras mentiras.
Y en medio de tanta evolución, apareció el biberón social, un invento que calmó el hambre del pueblo y la conciencia de los poderosos. Desde ese biberón se alimentan los cuatro poderes clásicos:
- el social,
- el político,
- el militar,
- y el religioso.
La prensa vino después, como niñera con micrófono.
El biberón se lo dan al pueblo, pero la leche sube por un tubo invisible hasta la clase alta. Los eructos -porque ya ni leche queda- los hace la clase baja.
Los ricos, deseosos de sentirse diferentes, inventaron la pobreza. Como escribió y cantó Víctor Manuel: “El hombre que inventó la caridad inventó al pobre y le dio pan.”
Los romanos ya sabían la receta del control: pan y circo. Y Napoleón, con su precisión de artillero, remató la idea: “La religión es excelente para mantener quieta a la gente común.”
Por eso, prefiero no hablar de ricos y pobres; esa es una clasificación de zoológico social.
Prefiero llamarlos seres humanos con recursos y seres humanos sin recursos.
Pero el poder no entiende de humanidad: solo de estadísticas y de votos.
El subsidio —ese biberón moderno— es el calmante de los sin recursos.
Los adormece, los entretiene y les crea una ilusión de igualdad.
Mientras tanto, los con recursos se sienten satisfechos: el sistema funciona, el pueblo está tranquilo y los noticieros pueden seguir hablando de “progreso”.
Nos venden la movilidad social como un ascensor, pero casi siempre está dañado, y cuando funciona, solo baja.
Los de arriba ni siquiera se mueven: ya encontraron su piso.
Cada poder tiene su biberón:
- El de la Iglesia: el Concordato, leche bendita para mantener el rebaño dócil.
- El de los militares: el equilibrio armado, que solo apunta hacia abajo.
- El del político: la excusa permanente del “equilibrio”, mientras ajusta el tubo del biberón a su conveniencia.
Y así seguimos, bebiendo de un biberón ideológico que sustituye justicia por caridad, derechos por favores y dignidad por leche en polvo.
Hasta que no aparezca un redentor —no de esos que prometen cielo, sino de los que expulsan a los mercaderes del templo—,
seguiremos alimentándonos del mismo biberón social, creyendo que calma el hambre… cuando en realidad lo que adormece es la conciencia.
