No puedo negar que vivir junto a él en la vecindad es como tener una comedia en vivo 24/7. Sus ocurrencias, aunque a veces desconcertantes, le dan un toque de humor a la rutina diaria
Por Julio Disla
En mi vecindario del sector donde vivo hay personajes de todo tipo, pero don José ocupa un lugar muy especial. Es uno de esos vecinos que no necesitas buscar: él mismo se encarga de estar siempre presente, aunque no lo pidas. Su particular talento radica en hacer que cualquier situación cotidiana se transforme en una historia difícil de olvidar.
La primera vez que interactuamos fue cuando me pidió prestado un martillo para “arreglar algo sencillo en casa”. Lo vi regresar 15 minutos después, cabizbajo, con el martillo en la mano y una expresión de derrota. “Parece que los clavos que tengo son para pared de madera, pero mi pared es de concreto”.
¿Tienes clavos de concretos? Le expliqué que los clavos no distinguían entre tipos de paredes, y su rostro mostró un destello de compresión… Que desapareció cuando me preguntó: “¿Y entonces cómo saben dónde clavarse?”.
Otra de sus proezas ocurrió un día de lluvia torrencial. Desde mi ventana vi cómo salía al patio con una manguera y comenzaba a regar las plantas. Pensé que tal vez había una lógica oculta detrás de esta escena, así que me acerqué para preguntar. Su respuesta fue inolvidable: “Es que, si no las riego, con tanta agua se van a ahogar. Hay que equilibrar”. No supe si reír o aplaudir su innovadora interpretación de la jardinería.
También tiene una relación complicada con la tecnología. Una vez, mientras intentaba instalar un televisor nuevo, vino a pedirme ayuda porque el “control remoto no funcionaba”. Cuando llegué a su sala descubrí que estaba tratando de encender el televisor apuntando el control al enchufe eléctrico.“” ¿No es ahí donde va la electricidad?” me explicó, mientras señalaba el cable de corriente como si estuviera revelando un secreto científico.
Pero su talento para el despiste no se limita a su casa. En una reunión de la junta de vecinos, nos comentó que había puesto cámaras de seguridad en su patio trasero porque había notado “movimientos extraños”. Le pregunté si ya había visto algo sospechoso. Su respuesta fue:”! Claro que sí ¡! He captado un perro enorme paseándose por la noche”. Cuando revisamos juntos las grabaciones, resultó ser que el “perro” era su propia sombra proyectada bajo la luz del patio.
Eso sí, a pesar de todo, don José tiene un corazón enorme. Cuando llegó el invierno pasado, organizó una colecta de ropa para las familias necesitadas del vecindario. El problema fue que, por error, donó toda la ropa que tenía guardada en su casa… Incluida la que usaba. Durante días lo vimos usando camisas hawaianas y bermudas en pleno frío de invierno, porque “había dado todo por la causa”.
Al final del día, no puedo negar que vivir junto a él en la vecindad es como tener una comedia en vivo 24/7. Sus ocurrencias, aunque a veces desconcertantes, le dan un toque de humor a la rutina diaria. Don José es, en definitiva, el genio incomprendido de nuestro barrio. Aunque muchas veces nos deja sin palabras, siempre nos recuerdo